Los desarrollos tecnológicos no pueden analizarse de manera aislada, porque están vinculados con decisiones políticas y económicas, sostiene Carlos Valle. Y agrega que el concepto de dignidad humana es imprescindible para hablar de comunicación.
Por Carlos Valle *
La decisión tomada sobre el sistema de digitalización que adoptará nuestro país nos hace recordar algunas afirmaciones que se han hecho a lo largo de la historia de la industrialización tanto como que venía acompañada de promesas de mayor bienestar, como la insistencia de algunos teóricos en que la responsabilidad reside en los seres humanos y que resulta inaceptable representar a la tecnología como un monstruo que amenaza la vida humana, porque es neutral y pasiva, lo cual ha obviado realidades presentes que enfrenta la comunicación.
Es imposible aislar la comunicación de la tecnología. Por el contrario, hay una cierta retroalimentación entre los procesos económicos, políticos y sociales y el desarrollo de ciertas áreas de la tecnología que son determinantes a la comunicación misma. ¿Es ésta una descripción cabal del mundo moderno? ¿Es la tecnología una amenaza tan feroz y determinante del mundo actual? ¿De qué manera determina esta visión de la tecnología las posibilidades de la comunicación? ¿Cómo afecta el desarrollo tecnológico la dignidad humana? ¿Será necesario rechazar la tecnología?
A. Piscitelli considera que, dada la complejidad del mundo tecnológico, es conveniente comenzar por establecer un encuadre que permita poner en evidencia los paradójicos desafíos que se ciernen sobre el futuro de la humanidad y la preservación de la dignidad de las personas. Todo esto se torna más evidente porque un rasgo de la revolución tecnológica actual es que tiene características propias muy superiores comparadas con otras anteriores. Cambios anteriores se dieron en el marco de un reducido número de sociedades y se difundieron en un área geográfica limitada, pero el proceso de globalización ha situado entre sus principales gestores a los conglomerados económico-mediáticos para “determinar los modelos de convivencia que se desean alcanzar”.
¿Qué hay detrás de este enorme despliegue de recursos y este incesante desarrollo de la ciencia y la tecnología para servir al complejo económico y político? La respuesta más evidente es el afianzamiento del poder. Alguna vez Norman Mailer había comentado que la tecnología nos dice: “De ahora en más vamos a tener mucho menos placer, pero mucho más poder... Ese es el credo de la tecnología”. ¿Quiénes tendrán menos placer pero más poder? ¿Quiénes acumularán poder por miedo a perder el placer? ¿Quiénes harán del poder el sumo placer?
Se ha argumentado si los objetos técnicos tienen cualidades políticas. Porque pareciera ser que lo importante no es tanto la tecnología en sí misma como el sistema económico y social en el cual la tecnología está inmersa. Los objetos tecnológicos no carecen de importancia porque la tecnología llega a ser una forma de construir orden. Es así que, por medio de sus estructuras tecnológicas, las sociedades determinan, en gran parte, cómo han de trabajar las personas que integran cada sociedad, cómo se han de comunicar y viajar, etcétera.
Lewis Mumford creía que en la historia de Occidente existen dos tradiciones respecto de la tecnología: una autoritaria y otra democrática. La experiencia demuestra que cuanto más una sociedad se basa en un sofisticado sistema tecnológico más tiende a funcionar con un sistema de control altamente jerárquico. Este control, ¿es necesariamente inherente a la tecnología? La respuesta más frecuente es que así “tiene que ser” porque no se puede dejar el control de la tecnología en manos inexpertas. Así se argumenta, por ejemplo, en el mundo de la economía. Uno está sujeto a “las leyes del mercado”. Estas “leyes”, que parecen haber caído del cielo, son las que determinan las acciones sin ninguna consideración sobre su incidencia en la vida de la gente. Pero lo cierto es que la economía misma no es una ciencia natural y los grandes cambios tecnológicos no tienen su origen y desarrollo en una esfera neutral, porque los basamentos de la sociedad provienen de decisiones políticas.
Por este motivo el concepto de la dignidad humana es imprescindible para hablar de la verdadera comunicación porque hace a la esencia de una comunidad democrática. Una comunicación en la cual el desarrollo tecnológico esté al servicio de la vida. Es la búsqueda del respeto por la dignidad humana la que hermana a todos los seres humanos, independientemente de su religión o de su ideología. Para ello se deberá trabajar para abrir espacios a una comunicación que cree el desarrollo de una comunidad solidaria, que denuncie la discriminación y la opresión y deje que los acallados sean oídos. Las poderosas armas de los medios podrían jugar un papel integrador de la comunidad toda, pero para ello la sociedad deberá velar con astucia y perseverancia e ir en búsqueda de estructuras más democráticas.
* Comunicador social. Ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC).
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-132622-2009-09-30.html
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