miércoles, 12 de agosto de 2009

Dale que sale

Dos enfoques sobre el periodismo. Federico Corbière reflexiona sobre el rol de mediación que ejerce el periodista y los nuevos desafíos que se presentan a partir del desarrollo de nuevas tecnologías. Fernando Ruiz construye una serie de preguntas y respuestas acerca de los directivos de los medios periodísticos y el concepto de calidad.

Por Federico Corbière *
No pocas encrucijadas éticas y estéticas son las que afronta el periodista profesional al momento de publicar un artículo. Su rol privilegiado como actor político –propio de un juego mediático de alta exposición y visibilidad– otorga un alto grado de centralidad a su trabajo, en tanto el medio en que éste se desempeñe entre en circulación e intervenga en los procesos de formación de opinión pública.
Como productor de un texto –sea en formato escrito o audiovisual–, el deber ser para el periodista será poner a disposición de un público imaginado un recorte de información que de otra manera no sería conocida. Como parte del oficio tendrá que articularla y darle forma a una materia sobreabundante y dispersa –los datos desordenados que componen la información–, en tiempos donde las nuevas tecnologías multiplican al infinito el acceso a contenidos diversos.
Se trata entonces de un lugar de mediación que implica un doble juego de responsabilidades: internas, en el manejo de las fuentes para la construcción de su objeto periodístico –no visibles para el lector–; y externas, en la presentación final de éste.
Como el periodismo no es literatura, la adhesión a la verdad a los contenidos visibles por parte del lector supone estar implicada en el cumplimiento de esos pasos no visibles en el texto, especialmente, el chequeo de fuentes.
Ahora bien; dadas la inmediatez y multiplicidad de canales de comunicación abiertos en el complejo escenario que presenta Internet, el pasaje de una etapa analógica a la “era digital” ha obligado a replantear a los periodistas los habituales criterios de noticiabilidad: novedad, interés, relevancia, coherencia y proximidad. Y a las empresas a rediseñar, sin un rumbo fijo, sus agendas temáticas bajo formatos cambiantes.
También a repensar qué es considerado verdadero para una sociedad signada por el hipertexto y sus referencias cruzadas. Entre ellas, la figura del llamado periodismo ciudadano en los medios y la adecuación de estos últimos a sus demandas.
En el caso particular de ese objeto construido (la noticia), los periodistas que deben transitar por el formato blog sufren la peor de las penitencias, respecto de la posibilidad de brindar a las audiencias un espacio ampliado de interacción con sus respuestas y opiniones autoeditadas de publicación automática. ¡Hay que responder un sinnúmero de comentarios (siempre parciales)!
Por otro lado, la réplica en los portales de noticias de las lógicas propias a blogs personales genera formas inadecuadas en el manejo de la información periodística.
El concepto cede ante la representación y afecta los modos productivos del periodismo tradicional. Con un desplazamiento de la equivalencia entre verdad y realidad hacia fórmulas de fidelización de audiencias que se concretan por un acto de fe ciega, en lugar de la corroboración de los hechos.
Sin duda, los cambios mencionados abren tópicas ajenas a los lugares comunes en los que históricamente se emplazaron los géneros periodísticos y muestran, además, las transformaciones producidas por el mencionado “periodismo ciudadano” como su máxima expresión.
Se trata de una situación peligrosa porque el chequeo de fuentes cede ante el registro de la toma directa de un celular, que luego puede llegar a ser emitida por un informativo televisivo y presentada como verdad absoluta.
Se puede afirmar en principio que se trata de un estilo de época marcado por la histeria –como la puesta en escena de la vida íntima en la esfera pública– y el marcado individualismo en constante búsqueda de un reconocimiento por el otro.
Los blogs son un emergente del cruce entre la red y el yo, entre la información (bruta) y la noticia aceptada por la opinión pública que mantiene su escenario en los portales digitales. El problema está en el lugar de emplazamiento del periodismo y de sus enunciados donde el método tradicional de construcción de agendas es sublimado. La aceleración del minuto a minuto y una hora de cierre infinita torna efímero el chequeo, la relación con las fuentes y el valor de la información.
Da igual. Se imprime. Dale que sale (mañana es viejo). En todo caso que lo desmientan...
* Docente-investigador. Facultad de Ciencias Sociales UBA.
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-129829-2009-08-12.html

Saludos cordiales,
Marcos Muñoz
Lic. en Comunicación Social
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