CINE › IRAQI SHORT FILMS, PRIMERA PELICULA DE LA ERA YOUTUBE.
IRAQI SHORT FILMS Argentina, 2008.
Dirección y producción: Mauro Andrizzi.Montaje: M. Andrizzi y F. J. Vázquez Murillo.
“Allahu Akbar, Allahu Akbar!”, repiten, como un mantra los milicianos de la Jihad islámica, tras volar un tanque enemigo. “Wow, man!”, exclaman poco más tarde soldados estadounidenses, festejando con risotadas el estallido de un edificio, en plena Bagdad. De esa clase de diálogos, contraposiciones e impensadas asociaciones está hecha Iraqi Short Films, que tal vez sea, en plenitud, la primera película de la era YouTube. Hasta el punto de que su director, el marplatense Mauro Andrizzi, no la considera terminada, término que en verdad se opone a su propia naturaleza. Armada a partir de videos levantados de internet y montados uno detrás de otro, luego de su paso por la cartelera porteña iraqi Short Films será levantada a su vez a Internet. Allí, cualquier navegante solitario podrá, si quiere, completar el ciclo, rearmándola, sacando, poniendo o interviniendo fragmentos. Lo mismo a lo que se aplicó su director, en cuatro meses de navegación y tres de edición.
¿A qué apunta Iraqi Short Films? A evidenciar que la guerra es, antes que nada, cuestión de propaganda. De manipulación, montaje, engaño. Eso es lo que hicieron no sólo los autores de los videos (estadounidenses o iraquíes) sino también el propio Andrizzi, como modo de rizar el rizo. En su film más reciente, Redacted (2007), Brian de Palma había levantado ya videos filmados por soldados estadounidenses en Irak, pero incorporándolos a una historia de ficción. Sin desechar el componente ficcional que le otorga su decidida intervención y manipulación de los fragmentos originales, lo de Andrizzi en Iraqi Short Films se mantiene más pegado al found footage. Eso permite considerarla, más plenamente que la de De Palma, la mayor y tal vez primera avanzada cinematográfica de la galaxia YouTube.
De acuerdo al texto, esas grabaciones, tomadas tanto por cámaras como por celulares, fueron hechas en la mayoría de los casos con fines de propaganda (algunas de ellas no precisamente, como se verá). Las grabaciones cuentan con tres clases de autores: los soldados estadounidenses, las milicias islámicas y agentes de seguridad privada (cuyo número se estima en unos 100.000, a lo largo de todo el conflicto). No hay un solo fragmento (o “corto”, como se los denomina desde el título) que no sea impactante. Lo que importa es que eso tiene que ver no sólo con el contenido, sino, quizás esencialmente, con la forma.
El valor que la espera y la dilación tienen para el relato visual, el sentido del sonido y espacio off, la utilización de la cámara subjetiva adquieren todo su poderío ya en la primera toma. Allí, un par de milicianos islámicos (se adivina por el diálogo, ya que nunca se los ve) avistan un humvee, preparan el ataque y finalmente lo vuelan de un misilazo, entre comentarios, plegarias y loas a Alá. Qué decir de lo que viene de allí en más: imágenes de entrenamiento de los jihadistas, interminables hileras de combatientes armados de lanzamisiles, videoclips en los que aparece Bin Laden, canciones que lo vivan, letras que hablan del terrorismo como “remedio del cielo”, la preparación y colocación de una bomba, acunada entre melismas arábigos.
Del otro lado, un tanque persigue a un par de civiles, hasta darles caza, por las calles de Bagdad, los ocupantes de un camión yanqui intentan levantarse a un par de chicas árabes, un humvee va chocando autos iraquíes y hasta ómnibus sobre una avenida, como en un videogame, un texano queda atrapado en un camión, abandonado por los suyos. En una escena por la que más de un director de suspenso daría una libra de carne, un camión detecta a los que acaban de cometer un atentado y viene derecho hacia ellos. Viene, porque los que filman son los que acaban de tirar la bomba: reino soberano de la subjetiva, asociación entre lente y gatillo mil veces más poderosa que la que Wim Wenders intentaba, de modo demasiado literal (un ejemplo entre mil) al final de El estado de las cosas.
Queda para el final lo más asombroso de Iraqi Short Films, al menos a juicio de este crítico. Por un lado, los textos, todos pasmosamente lúcidos, que Andrizzi intercala a lo largo del metraje. Lo que sorprende es, en algún caso, el momento en que fueron formulados (un par de citas de C. Wright Mills, que parecen de ahora mismo, resultan hechas medio siglo atrás) y, en otros, quién los formula: lo que impresiona como denuncia, profunda y demoledora, de la política estadounidense en Medio Oriente, resulta ser una declaración, tal vez inconvenientemente sincera, del mismísimo Dick Cheney, vicepresidente y think tank de George W. Bush. Haciendo lip-sync sobre temas pop (uno de Engelbert Humperdinck, otro de Eddy Grant), estas estrellas anónimas dejan por el piso el ensayadísimo trajín de Chicago, Moulin Rouge o Mamma Mia, seguramente antes o después de perseguir, torturar y/o ejecutar a algún demonio árabe.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-14100-2009-06-05.html
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