En el Parlamento siguen los problemas para la construcción de identidades, pero menos para hacer fracasar sesiones. A pesar del revuelo, los juicios éticos no dejan víctimas ni victimarios.
Por AUGUSTO CAVALLI
Las termitas, hormigas, abejas y avispas son considerados “insectos sociales”. La creencia de que esos insectos están sujetos a una sociabilidad “natural” basada en una vida, corta por cierto, que los limita al nido en que son incubados y al que llevan el fruto de sus incursiones regulares en el entorno, se vio recientemente refutada. En su último libro, el sociólogo Sygmund Bauman (Mundo consumo, Paidós, Buenos Aires 2010) remite a una investigación sobre las avispas residentes en Panamá llevada a cabo por investigadores de la Sociedad Zoológica de Londres. Gracias a procedimientos novedosos, como el “etiquetamiento” electrónico de 422 avispas, se pudo observar que muchas de ellas abandonaban su colmena de nacimiento para incorporarse a otra. Más del 50 por ciento de esos bichos marcados “elegían” nuevos nidos, siendo incorporados como ciudadanos de pleno derecho. En la comunidad receptora no había quién le estableciera fronteras infranqueables. Todo lo contrario. La idea de un “nosotros” (amigos) en oposición a “otros” (enemigos) no condecía con la vida de estos insectos.
¿A qué vienen estos descubrimientos? Bauman sostiene que la mirada, de sentido común “cientifizado”, siempre refería a una sociabilidad natural y primaria para ese tipo de insectos. Se los miraba de acuerdo al tipo de sociabilidad humana, donde la identidad propia se construía en base al rechazo de las identidades ajenas. Ciertas ideas conservadoras, cuando no reaccionarias, remitían a esa “comprobación” para proponer a su vez una sociedad humana que debía parecerse a toda colmena donde laboriosos individuos tuvieran un sentido comunitario en condiciones de repeler a los “otros” extraños y que por esa condición debía considerárselos enemigos. Pero esto último no es la preocupación principal de Bauman. El sociólogo polaco compara ese sentido social ya humano transformado en la era de la globalización. Aquí “la vida parece moverse hoy demasiado rápido como para que la mayoría de nosotros seamos capaces de seguir sus giros y sus vueltas, cuanto más preverlos”. Y sigue “Planificar una manera de proceder y ceñirse a ese plan es un empeño preñado de riesgos, pero planificar a largo plazo constituye ya un peligro total y absoluto”.
Avispero parlamentario
En este universo de incertidumbres hay un parecido de familia con los “insectos sociales”. En la comunidad política de hoy cuentan las minorías que son tales en una vida del día a día y que mañana logran ser otra cosa, para luego no saber si el hecho de ser mayorías relativas ofrece ventajas ciertas. Ese parece ser el panorama de la escena política argentina montado hace un año. Ciertamente, desde las elecciones de junio del año pasado muchos dieron por consagrada una mayoría parlamentaria opositora con capacidad ya no de veto, sino aun más; la barrera de un eventual cogobierno para quedarse con el gobierno entero. Y todo ello con las reglas de una prolija institucionalidad. Los roles parecen haber cambiado, cual avispas que sin dejar de ser tales eligen otros nidos.
No sólo hay en el Parlamento laboriosas avispas migrantes en condiciones de romper precarios equilibrios. Están aquellas que dejan lesiones suficientes para hacer fracasar una sesión que debía ser más importante, no para derrotar al oficialismo cueste lo que cueste en el tema de la “ley de cheques”, sino para dar un salto en la legislación sobre los derechos de ciertas minorías sexuales.
También cuentan “los votos de conciencia” frente a este tema que provoca rechazo en las huestes conservadoras: el matrimonio entre personas de un mismo sexo con igualdad de derechos respecto a aquellas uniones de heterosexuales. Aquí también hay migraciones. Es que se debía legislar para el presente y futuro. Siguiendo a Bauman, la aldea global de este tiempo hace que no pocos humanos despidan a sus parejas después del agotamiento de eso que llamamos amor, y también que se decidan por otras elecciones sexuales.
Avispero periodístico
Algo parecido ocurrió en la semana con los periodistas, hombres de micrófonos, pluma, carne, hueso, conciencia y bolsillo. Hace pocos años la "antipolítica” había puesto en juicio el desempeño de los políticos. También ellos eran de carne y hueso. Luego les toco a los empresarios, de adentro y de afuera. Ellos tienen más bolsillo que los periodistas no empresarios. Hay algunos dueños de ese tipo de empresas que siguen en la mira, según denuncian otros periodistas. Lo cierto es que no hubo muertos en ninguno de esos nidos. Aún más, muchos recuperan prestigio y solvencia. En este tiempo les tocó a los hombres y mujeres de los medios. Se señalan a los periodistas que defendieron dictaduras y que hoy aparecen como adalides de la libertad de expresión y respeto a las minorías. Otros, con un verbo excesivo, reemplazaron el término “autoritarismo” por “fascismo” para dar cuenta de la pareja gobernante. Los más son de carne y bolsillo y conocen de trabajar en empresas que marcan “la línea”. Igual que con los políticos y empresarios, seguramente el tiempo marcará que con el enjuiciamiento “ético” no habrá víctimas ni victimarios.
Los que no tendrán la oportunidad de regresar al panal, serán los hombres de las dictaduras. La semana pasada le tocó el turno al último dictador del proceso. Ahora le toca a uno de los ideólogos económicos y líder del frente civil que gestó y sostuvo a la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, quien ya no podrá llevar sus petates hacia otro nido para gozar de impunidades varias.
http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2010/5/2/63418.php
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