Cristina Kirchner utilizó casi todo su discurso en la Cumbre de Cancún para resaltar la posición del Reino Unido, contraria a resoluciones de las Naciones Unidas. El mexicano Calderón anticipó el respaldo masivo de los presidentes.
Por Martín Piqué
“Quienes tienen un sillón permanente en el Consejo de Seguridad pueden violar una y mil veces las resoluciones de las Naciones Unidas, mientras el resto de los países se ven obligados a cumplir las normas bajo pena de ser declarados enemigos o calificaciones aún más duras.” La presidenta Cristina Fernández dedicó todo su discurso, uno de los primeros que se escucharon en esta cumbre del Grupo Río, a cuestionar la explotación unilateral de hidrocarburos que está llevando adelante Gran Bretaña en torno de Malvinas. Con palabras muy duras hacia Londres, CFK utilizó veinte minutos para contarles a sus pares de América latina y el Caribe los pormenores de la disputa de soberanía que comenzó en 1833. Relató la evolución de la controversia diplomática desde que la Argentina presentó el primer reclamo por las Malvinas –hace 177 años–; denunció el incumplimiento por parte de los británicos de sucesivas resoluciones del Comité de Descolonización de la ONU y del plenario de la mismísima Asamblea General; también explicó los cambios en la estrategia argentina en relación con Malvinas bajo los gobiernos democráticos: recordó la política de seducción impulsada por el menemismo, a la que consideró un fracaso por su “ingenuidad”. Horas después del discurso, la posición de la Argentina lograba un apoyo importante entre los treinta y dos países participantes en la cumbre. Como había revelado el mexicano Felipe Calderón al abrir el plenario, los 26 mandatarios anticiparon que hoy firmarán una declaración en respaldo a los derechos soberanos de la Argentina sobre Malvinas.
Hacia el final de su intervención, tras agradecer el apoyo de los presidentes a los reclamos de Argentina, la Presidenta hizo una advertencia que sonó desoladora por su honestidad brutal: según su sombrío pronóstico, los países en vías de desarrollo con recursos naturales deberían tomar nota de la permanencia del enclave colonial británico en pleno Atlántico Sur. “La política internacional sigue siendo, sólo y simplemente, una cuestión de relación de fuerzas. Los que tienen más poder siguen utilizando ese lugar de privilegio para velar por sus intereses. La cuestión Malvinas puede verse como un claro ejemplo. Esto es algo que debe interesar al mundo contemporáneo, ya que el siglo XXI se caracterizará por la disputa de los recursos naturales, renovables y no renovables. Este tema es, si se lo piensa un poco más allá, un ejercicio de autodefensa de todos nosotros”, dijo la jefa de Estado.
No comerse al caníbal
Acompañada en el plenario por el canciller Jorge Taiana y en un segundo plano por el embajador argentino en Washington, Héctor Timerman, CFK se tomó su tiempo para describir la actualidad y contar los antecedentes del nuevo foco de conflicto con Gran Bretaña: el avance de la exploración unilateral de petróleo. Recordó que el 27 de septiembre de 1995, cuando la Argentina de Carlos Menem firmó con Londres un convenio de cooperación para exploración de hidrocarburos off-shore, se había acordado que cualquier proyecto que involucrara a los 430 mil kilómetros cuadrados en disputa sería consultado con la otra parte.
“Ese acuerdo fue violado por Inglaterra. A los seis días de firmarlo, ellos determinaron que se aplicaría sobre 21 mil kilómetros cuadrados y no sobre los 430 mil que constituyen la zona de disputa de soberanía. Desde entonces se sucedieron ocho reuniones que no condujeron a nada”, contó la mandataria. Fue a partir de ese historial, siguió CFK, que la Argentina decidió dar por finalizado el acuerdo en 2007.
La Presidenta también hizo referencia al reciente inicio de actividades de la plataforma petrolera Ocean Guard, el conocido emprendimiento de la empresa Desire Petroleum. “Hoy (por ayer) se ha instalado una plataforma en clara violación a las resoluciones de las Naciones Unidas. Y recientemente, desde el Foreign Office (Ministerio de Relaciones Exteriores británico) se agitó el fantasma de una acción bélica por parte de la Argentina. Eso es un ejercicio de cinismo. Pocos países han dado más testimonio de su opción por la paz. Nuestras fuerzas armadas sólo participan en operaciones de paz ordenadas por las Naciones Unidas. Estamos en Haití y en Chipre. No estamos ni en Afganistán ni estamos en Irak”, respondió la jefa de Estado. Enseguida explicó que la única medida que había dispuesto la Argentina, como Estado soberano y sin violar la jurisprudencia internacional, había sido disponer que los buques que quieran transitar entre Malvinas y el territorio continental argentino deban solicitar autorización previa.
Después del plenario ante sus pares de América latina y el Caribe, la Presidenta almorzó con sus allegados –en la delegación oficial la acompañaron todos los diputados y senadores de Tierra del Fuego, ya que Malvinas pertenece oficialmente a esa provincia– y luego ofreció una rueda de prensa. Allí le preguntaron por una versión que había circulado en la cumbre (el rumor aparentemente había surgido de algunos cronistas que trabajan para agencias europeas): si la Argentina estaba pensando imponer un bloqueo marítimo a las Malvinas. La negativa fue terminante. “Nos oponemos a esas medidas –contestó velozmente la Presidenta–. Nosotros hemos sido históricos críticos de lo que sufre Cuba, por ejemplo. La Argentina no va a tomar ninguna medida que no esté de acuerdo con el orden jurídico internacional. Lo único que no se puede hacer con un caníbal –subrayó CFK en una imagen que despertó sonrisas– es comérselo.”
Doble standard
En el salón de conferencias del lujoso Hotel Grand Velas, galardonado recientemente como “virtuoso” por un comité que califica a los mejores cinco estrellas del mundo, se pudo ver una larga serie de pecheras blancas: eran las guayaberas de gala, tejidas con puro algodón, que los presidentes habían elegido como vestuario. En Yucatán, una de las tradiciones más vivas de la cultura maya es el trabajo artesanal con algodón en la confección de prendas de vestir que hagan más tolerable el impiadoso sol del Caribe. Una de las excepciones al vestuario la aportó Hugo Chávez. El venezolano llegó con su camisa roja, encima una chaqueta verde militar. La clásica “foto de familia”, para la que posan todos los mandatarios que están participando de la cumbre, parecía –de lejos– un dominó conformado por todas piezas iguales: el blanco del algodón hilado relucía a diestra y siniestra.
Pero el vestuario no era el único elemento en común entre los participantes del encuentro. Los países que se encontraban representados en esta Cumbre de la Unidad de América latina y el Caribe en su mayoría son propietarios de estratégicos recursos naturales renovables y no renovables como petróleo, gas, agua dulce, hierro, zinc, cobre, biocombustibles. Quizás el ejemplo más actual y delicado –por su incidencia en potenciales hipótesis de conflicto en un futuro no lejano–- sea la riqueza y la diversidad ecológica de la cuenca del Amazonas. De eso sabe mucho el gobierno del brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva. Desde esa perspectiva, la Presidenta se propuso conmover a sus pares latinoamericanos tomando a la cuestión Malvinas como un ejemplo anticipatorio de lo que –según su opinión– será la característica central del siglo XXI: la disputa por los recursos naturales.
La Presidenta profundizó ese argumento en el breve contacto que mantuvo con la prensa. “Acá lo más grave es el comportamiento de las grandes potencias del mundo, que incumplen lo que resuelve las Naciones Unidas y al mismo tiempo exigen que otros países cumplan con otras resoluciones si éstas velan por sus intereses. Esto es una relación de fuerzas que define ganadores y perdedores. Hay que terminar con ese doble standard.”
La posición de la Argentina encontró apoyo y comprensión entre los socios estratégicos. “Las Malvinas tienen que ser reintegradas a la soberanía argentina”, declaró ayer el asesor internacional de Lula, Marco Aurelio García. Y además, poco después del discurso de CFK, Lula se cruzó con Taiana mientras caminaba por los salones de mármol del Hotel Grand Velas. El brasileño lo saludó efusivamente. Le tomó la mano como si fuera un fanático del hip hop que se encuentra con un “hermano” en plena calle. Son gestos.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-140852-2010-02-23.html
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