lunes, 22 de febrero de 2010

"Intentamos que los chicos dejen de estar en banda y comiencen a estar en una bandada"


La experiencia "Barriletes en Bandada" de la ONG Pensar está en riesgo por la falta de apoyo financiero. Desde allí vienen trabajando en el de diagnóstico, contención y asistencia psicológica, social y educativa para niños/as y adolescentes en situación de riesgo en pos de la inclusión educativa y social. (Por Susana Yappert).

La ONG Pensar trabaja con niños en situaciones de alto riesgo social de Neuquén capital. Nació a partir de una experiencia llamada "Barriletes en Bandada" que sus integrantes definen como un campo de investigación-acción psicosocial, dedicado a pensar los modos diversos de abordar la tarea con niños en situación de vulnerabilidad. El proyecto se desarrolla en la Escuela 311 del Barrio HIBEPA. Allí se realiza un taller de juegos al que asisten 170 chicos. Los resultados de 5 años de trabajo son excelente: reducción del índice de ausentismo y repitencia escolar de sus niños en un 90%; demandan espontáneamente apoyo escolar; internalización de hábitos de aseo, rutinas, límites y normas. Logros que tuvieron su reconocimiento en varios premios pero, pese a ellos, el proyecto carece de financiamiento y peligra su continuidad.

Pensemos sólo en un indicador para dimensionar el absurdo: en la provincia de Neuquén, 6 de cada 10 chicos no termina el ciclo escolar (7 de cada 10 en escuelas técnicas). Barriletes logró la reinserción de prácticamente todos sus chicos. Un 95% se reinsertó en forma eficaz en el sistema educativo. Pero, hasta la fecha, el proyecto no cuenta con financiamiento.

Paradojas del Neuquén

El crecimiento explosivo de esta provincia, su pujanza y el orgullo de ser la ciudad más grande de la Patagonia, tiene su costado de sombras. Está donde residen la marginalidad y la violencia.

Hay niños de la zona Oeste de la capital que no conocen el centro de la ciudad; que no saben jugar, que nunca vieron un champú; hay niños que nunca vieron trabajar a sus padres, ni cocinar a sus madres. Niños que nunca fueron acariciados; que se levantan solos, que van solos a la escuela, que pasan días enteros sin ver a sus mayores. Niños que creen que el trabajo es un plan, la changa o el cachureo en el sitio donde también encuentran el alimento: el basural. Viven un presente que no sabe de ayer, ni de mañana. Ellos no tienen fotos de sí mismos, ni espejos en sus casas. No tienen historia, ni posibilidad de imaginarla.

Esos niños viven en un lugar que llaman "al final de la Novella". Cruel paradoja de sus vidas. Al final de la novela, donde la realidad termina. El extremo de una calle donde se precipitan los derechos más elementales. Realidad acorralada en una elocuente "aceptación" difícil de asumir en una provincia "rica", a la que miles llegaron como al mismísimo Paraíso.

En este punto, en reflexionar acerca del por qué a pesar de las intervenciones que se hacen allí no hay cambios; en pensar la persistencia de la crueldad, fue que una psicóloga invitó a alumnos y colegas a pensar. A participar de una experiencia para acercar dos mundos: el de la teoría y el de la práctica; el de una clase social distinta y distante que tiene que imponerse comprender las lógicas de la marginalidad para poder intervenir en ella. Este fue el origen de Barriletes en Bandada.

Marta Basile llegó a Neuquén con su título de psicóloga en 1976. Trabajó como maestra en una escuela especial y ejerció ambos oficios, el de psicóloga y el de docente. Hace un tiempo invitó a su ayudante de cátedra de la carrera de Psicología, Betiana Asensi, a elaborar un proyecto para ayudar de forma efectiva a niños de un barrio marginal de Neuquén. Comenzaron hace 5 años. Tuvieron resultados asombrosos.

En el barrio conocen a sus coordinadoras como "las seños", ellas son las psicólogas Marta Basile y Betiana Asensi y un equipo de 14 personas. Trabajaron de muy cerca de Fernando Ulloa, quien fue hasta su muerte una suerte de "padrino" del proyecto. "Un maestro que nos sigue acompañando en su ausencia", agrega Marta.

Recuerdan cómo empezaron: "Nos preocupaba mucho que existiese energía y recursos en prevención en lo que refiere a salud mental, pero estábamos cada vez peor. Decidimos hacer un trabajo desde nuestra disciplina y elegimos trabajar con chicos porque son los menos atravesados por la cultura. Para nosotros la investigación va junto a la asistencia".

¿Por qué trabajar en una escuela? La escuela sigue siendo un organizador social. De las pocas instituciones que quedaron en pie después del huracán de los 90´s. Ellas creen que es una de las instituciones privilegiadas para poderse meter adentro y desde allí cambiar.

"Recorrimos escuelas de la zona contando cómo era el proyecto; compartimos con los docentes los indicadores que ellos podían observar en los chicos para que nosotras podamos intervenir en su ayuda. Hicimos una sensibilización en los docentes, para que vean que el chico problemático no es sólo aquél que hace mucho ruido, también tiene que ser observado el nene que no se escucha, puede ser que ese chico está más deteriorado porque ni siquiera puede hacer ruido de lo que está sufriendo. El contacto con los docentes es permanente. Esos docentes trabajan cotidianamente con estos chicos que llegan a la escuela con hambre, con sueño, que no aprenden, o que aprenden y olvidan rápidamente. Y esto no es casual, en el mundo de estos chicos no hay estabilidad de ningún tipo, ni estabilidad vincular, ni en el hábitat, ni en el alimento, ni en el descanso, porque estaba durmiendo y seguro lo despertó una pelea, un tiroteo... ¿Cómo hace un chico para que los contenidos se mantengan estables? Todo es descartable y desechable en su mundo", explica Betiana.

Llegaron al lugar por el padre Tony. Él les presentó a la vicedirectora de la escuela, Claudia Pérez. Cuando comenzaron, los chicos las miraban con desconfianza, "nos pedían la beca, el plan, algo a cambio". El patrón común de estos chicos es que no tienen contención, que no existe vínculos familiares fuertes. Los adultos no existen como adultos. El otro es mi enemigo, y mi enemigo mortal. "Hacemos un trabajo permanente de desnaturalización de la violencia, para que no crean que sea la pauta de conducta normal".

La escuela 311 les prestó las instalaciones y se abocaron a ver "las lógicas de funcionamiento de esos chicos", para indagar, para saber en qué momento se producían el desencuentro que advertían. Barriletes comenzó atendiendo 30 niños derivados por maestras, pero a lo largo de los años se sumaron adolescentes, lactantes y madres. Un poco porque había chicos que crecieron y siguieron asistiendo "porque la vulnerabilidad sigue estando en ellos" y porque trabajan mucho la red de hermanos. De febrero a diciembre, todos los martes y jueves de 9 a 18 horas las "seños" de Barriletes juegan y enseñan. Atienden unos 80 chicos por taller. El trabajo de estas psicólogas se inicia con un vínculo corporal. Les lavan las manos a los niños y les ponen crema "para que duelan menos"; luego les dan leche, siempre intentando que elijan entre distintas opciones, eso les sirve "para desarrollar el sujeto crítico", explican. "Los chicos vienen llenos de derechos pero sin que se les haya exigido una responsabilidad. Intentamos crear en ellos responsabilidades. La idea es inculcarles que ante cada actividad "paren, piensen y elijan", que vayan construyéndose como sujetos críticos.

Estas psicólogas definen la población que atienden de la siguiente manera: "Un chico en situación de vulnerabilidad es un niño con sus necesidades básicas insatisfechas. Tienen hambre, frío, sueño, viven en un espacio muy reducido, hacinados; y además de esto, son chiquitos que se van formando en un lugar de objeto y no de sujeto. Sobreviven, volviéndose una piedra dura…recuerdo una experiencia de los primeros meses en Barriletes…nos tiraron una piedra y rompieron el vidrio del salón donde estábamos con los chicos. ¡Los chicos ni registraron la explosión del vidrio, siguieron jugando! La palabra no puede anclar en ese medio. Cómo le decís a un chico cuidá tu vida, cuidá la vida de los otros, si no registra esa violencia como tal, es parte de su paisaje… Son chicos a los que no se les habla, no hay transmisión generacional, transmisión de cultura. Hay discurso vacío de contenidos. "Esto plantea todo un desafío para la intervención, yo me preguntó ¿Y hasta dónde corresponde que una sensibilice? ¿Hasta dónde es una herramienta que les sirve para sobrevivir?- pregunta Betiana. Pero por otro lado, si no empieza a ponerle sentimiento, se endurece cada vez más y eso repercute en su yo y en relación al otro. "Si a mí me tratan como objeto, yo trato como objeto al otro, completa Marta. "En este contexto "mi hermana" es algo de mi propiedad, como podría ser mi televisor; o mi mujer, que es un objeto de mi propiedad a quien puedo usar, violar, pegar. En esta lógica se entiende la destrucción de la persona, algo con lo que hay que batallar. Que esta piel se haga sensible, implica que sienta dolor y a medida que siente dolor me puedo empezar a cuidar y a cuidar al otro. Por eso planeamos la construcción de un sujeto crítico y ético. Con poder discernir lo que es bueno para mí y para el otro".

El consumo de drogas y alcohol es un tema gravísimo en esta población. Hay una franja etaria de chicos, entre los 11 y los 17, que no cuentan con sistemas que puedan contenerlos. "Son chicos que ya están con severos consumos y con problemas delictivos graves. No Hay dónde acudir en esos casos. Nosotros no tenemos un centro de asistencia que pueda contener un chico que consume drogas y alcohol en forma periódica. No hay una red aceitada para acudir en esos casos. O te llega un chico armado a la escuela. No lo podés sacar del sistema pero, por otra parte, ponés en riesgo a otros 600 chicos y no tenés dónde derivar."

En adolescentes parece que todas las políticas hacen agua, no se sabe cómo abordarlos. Estas profesionales sostienen que para revertir esto es fundamental trabajar con niñez. "Hay políticas preventivas, pero a veces están tan deteriorados que las medidas ya pasan a ser asistenciales. Una vez que el adolescente armó la banda, que la banda de x características le dio identidad, es muy difícil intervenir. La única cosa que pueden darse es este ponerse fuerte, malo. Las experiencias con ellos tienen que ver con sacarlos de ese medio, sensibilizarlos y después volver como promotores de cambio, hacer, por ejemplo, escuelas granjas".

Y un chico que asiste al taller ¿qué cosas aprende?, le preguntamos a Marta. "Aprende a que hay otra manera de estar en el mundo. Una manera donde hay alguien que lo espera, que le dice "buenos días, ¿cómo estás?, que le dice que le importa que sus manos estén limpias y suaves (trabajamos mucho con el contacto físico, les ponemos cremas en sus manitos); que me importa cómo está, qué siente, cómo durmió, que comió. Es imposible que demos respuesta a todo lo que estos chicos necesitan, pero con este contacto, ya aprenden a tratar al otro de manera distinta. Aprenden a tolerar la frustración de la espera. Tiene que esperar su turno. Aprenden rutinas, hábitos, costumbres. Aprenden a saber que no tienen que acaparar comida porque hay para todos. Siempre tenemos la panera llena, hay lo que ellos necesiten, entonces no hay porqué atragantarse pensando que el pan se acaba. Aprenden a elegir, nuestra estrategia es "paren, piensen, elijan". Siempre les ofrecemos opciones (té, mate cocido, café con leche); aprenden a elegir, a proyectar, y si proyecta sabe que hay un mañana posible y que en ese mañana yo tengo un lugar, y que el mañana puede ser mejor.

Y del mismo modo que aprenden a jugar, aprenden a internalizar la ley, la norma. "Trabajamos en esto de, primero que se sientan personas para tratar como personas a los otros. Para que entiendan que uno no puede matar a alguien como se rompe un juguete. No, el otro siente, tiene familia. La inmediatez es otro punto a trabajar, lo quieren todo ya, por eso no hay tolerancia a la frustración, no toleran que el otro tenga algo que yo no tengo y se lo arrebato. Se aprende a esperar como se aprende a elegir. Las cuestiones delictivas están, en ellos, muy vinculadas a las drogas, que hace estragos, droga y alcohol son terribles. Los chicos cuentan cómo venden en su propia casa. Imagináte lo que significa hablar de ley para ellos. Tenemos un trabajo muy duro con ellos para que aprendan a discriminar. Les desnaturalizamos las cosas. Les decimos que no está bien que abusen de ellos, que no deben aceptar que les hagan cosas que les hagan doler o les causen sufrimiento. En esto es muy importante el vínculo de confianza que crean entre ellos, empiezan a contarse, a hacer un juicio donde se construye un sentido de pertenencia grupal. Ellos aprenden a defenderse entre ellos. A esto apunta Barriletes, a crear comunidad de autogestión. Y, obviamente, tratamos de que el tiempo que pasan con nosotras sea un momento de alegría, que sientan que pueden vivir de otra manera".

Otras de las líneas de trabajo de Barriletes es la creación de rutinas. Hay normas, reglas que aprender y respetar. El juego es fundamental. Ellos reproducen su vida en los juegos. "Intentamos que en ese juego se trabaje la proyección de futuro". Pero no solamente eso. "Para que un chico pueda escolarizarse tiene que tener acceso a lo simbólico, tiene que poder relacionar que esas palabras, que esas letras que se juntan y forman la palabra "mamá", tienen que ver con la representación de mamá que ellos tienen; para poder llegar a esto tienen que haber desarrollado el registro imaginario. Sólo es posible hacerlo a través del juego, que despliega la fantasía, la curiosidad, estas son las bases previas para que los contenidos puedan ser aprehendidos. Un chiquito que no constituyó esas bases previas, una buena alimentación, salud y juego, no aprende. Es muy difícil aprender con necesidades básicas insatisfechas y carencias simbólicas", explican.

¿Y de dónde se agarran estos nenes? ¿Cómo sobreviven en esa nada, o en ese mundo tan perecedero?, pregunta "Río Negro". "Creo que van construyendo otras lógicas. Me parece que el gran problema es el vincular. El otro deja de ser tal, un sujeto en sus mundos. Aprenden que el otro es un objeto y yo soy un objeto. Nos pasó con un chico que estaba en el taller, que se subió a un poste de cables de alta tensión. Le pedíamos por favor que se bajara de ahí, que se podía morir. El chiquito nos miró y nos dijo: "¿y a quién le importa?". Tenía razón. Te aseguro que si ese nene ese día no volvía a la casa, nadie iba a preguntar por él…..Vienen chicos y cuentan cosas dolorosísimas. Nosotras les proponemos que pongan en palabras ese dolor, que dibujen, es un pasito para mostrarles que algo puede ser distinto. La idea es transformar eso que les pasa en oportunidades de trabajo en sentido psicológico."

Observaron primero qué tipo de juego tenían. Descubrieron que no podían jugar, que no sabían hacerlo porque en sus vidas no hay juguetes ni hay adultos que los introduzcan en el juego. "La vida cotidiana de ellos es difícil de comprender cuando se viene de la clase media… esos chicos que no juegan ¿qué hacen? Es muy difícil imaginar una infancia sin juego…bueno esos chicos están en la calle o en la nada. Y esto no es casual, ni gratuito. Si nosotros pensamos que no hay política de Estado, la idea es que se empiece a construir desde cero; pero la política de Estado desde los 90 a esta parte consiste en el arrasamiento del sujeto crítico, en Neuquén capital puede traducirse perfectamente el concepto en el clientelismo político. Las personas son objetos fácilmente manipulables. Es decir, no es que no haya política, es que las que hay apuntan a esto. Tenemos que poder construir otra cosa", afirma Betiana.

Hacen un balance muy positivo de los años que llevan trabajando con mínimos recursos. Creen que la experiencia que hicieron sería sencilla de replicar en otras escuelas, en otros barrios, pero advierten que "las instituciones son las que tienen que salir a buscar a esos chicos y no a la inversa".

¿Por qué creen que estos chicos mejoran su desempeño escolar?. Contestan que "En la medida en que se sienten tratados de otra manera, se les abre un panorama, pueden proyectarse, verse en un futuro diferente, les da ganas, los motiva. El aprendizaje debe estar montado sobre una función básica que es la curiosidad. Si yo no tengo curiosidad, no tengo motivación. Querer saber es lo primero que tengo que trabajar, luego de la etapa de la sensibilización. Si soy capaz de pensar que puede haber algo distinto, un mañana, y un mañana mejor; logramos gran parte de nuestro objetivo. Eso les permite salirse del proyecto de muerte, de nada, de droga..."

Pese a sus fortalezas inocultables, el panorama para este proyecto es difícil. Pero sus impulsoras no pierden las esperanzas de seguir adelante, de poder replicar la experiencia en otros barrios. Empezaron a remontar barriletes sin ningún tipo de financiamiento. El dinero llegó con los premios que fueron recibiendo por la tarea realizada. "Los premios que ganamos sirvieron para tener algún tipo de elementos para trabajar. El primer año lo financiamos nosotras. El segundo año logramos una financiación de 15 mil pesos, que llegó el tercer año, que nos dio Educación de Nación, por única vez para todo el año; el tercer año tuvimos financiación de la provincia, estaba María Oscos en Acción Social, le gustó mucho el proyecto y nos pidió que capacitemos a personal de las Unidades de Atención Familiar, UAF. Y lo hicimos. Con lo obtenido en concepto de honorarios funcionamos el quinto año. Tuvimos apoyo, por un premio, de la Comunidad Económica Europea de 6500 pesos por mes; y ya se fue instalando el proyecto y alguna gente colaboraba con el queso, con el pan, con la leche. El año pasado, desde lo económico, fue muy difícil. Fuimos sosteniéndonos con muchas horas de trabajo voluntario. Y este año no comienza mejor. "Estamos esperando algunas respuestas que serían muy importantes para nosotros, de parte de la provincia. Existen algunas propuestas interesantes si se pudieran concretar…

"Barriletes en Bandada tiene un presupuesto estimado de funcionamiento de 15 mil pesos por mes para ir pensando en una proyección de hacernos una sede propia, por ejemplo. Para trabajar con 170 chicos necesitás personal especializado. ¿Podremos continuar?", se pregunta Marta, "Siempre pienso que esto de alguna manera va a salir adelante. Hay que sensibilizar a la población para que se involucre y ayude. Queremos trabajar en la sensibilización con los docentes, porque docente y escuela tiene mucho que ver con la construcción de sujeto. Tengo muchas esperanzas en armar el centro de prácticas universitarias, con lo que resolveríamos la necesidad de personal especializado. Tengo esperanzas en que hay muchas personas que nos van a ayudar porque saben que tiene sentido hacerlo. Los resultados lo demuestran".

Por Susana Yappert

sy@fruticulturasur.com

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